Los humedales en lo alto de las montañas suelen ser lugares remotos y hostiles, azotados por el viento y la lluvia, con las cuatro estaciones en un mismo día. Pero si bien su escasa población podría sugerir que no son tan importantes, estos humedales son de hecho esenciales para miles de ciudades en todo el mundo, como fuente vital de agua dulce a través del deshielo y los glaciares.
“Son ‘torres de agua’ naturales por su capacidad para acumular agua y liberarla lentamente a lo largo del tiempo”
María Sánchez es una ecuatoriana de treinta y tres años que reconoce lo cruciales que son estos humedales para la vida. Nacida en Quito, la segunda ciudad capital más alta del mundo, María ha venido estudiando las turberas de montaña y cómo éstas se ven afectadas por la variación de las precipitaciones invernales de los últimos dos años, producto del cambio climático. “Son ‘torres de agua’ naturales por su capacidad para acumular agua y liberarla lentamente a lo largo del tiempo, pero se ven afectadas de manera desproporcionada por el cambio climático”, dice.
Uno de los sitios favoritos de María es la turbera del Lago Helen, en el Parque Nacional Banff, en Canadá. “Es súper difícil subir allí con todo el equipo, porque no se nos permite dejarlo dentro del Parque. Pero las vistas son increíbles, y es muy tranquilo y silencioso. Me siento muy agradecida de poder trabajar allí”.
Para sobrevivir en estas condiciones, la vida necesita ser resistente. Las turberas de montaña son también el hogar de especies muy específicas que se han adaptado a vivir en condiciones que a menudo son difíciles. Estos ecosistemas pueden pasar por todas las estaciones en un día, y allí se desarrollan las especies que logran adaptarse, dice María.
Entre ellas, la brevedad de la oso alpino le permite mantenerse con vida a pesar de los fuertes vientos y avalanchas. Se protege del frío quedándose bajo la nieve. El musgo esfagno actúa como una esponja para retener grandes cantidades de agua y permite que la turba se acumule.
O que mais fascina María, entretanto, é a maneira como a matéria orgânica ainda consegue se acumular em paisagens que mudaram tanto – por meio de deslizamentos de terra, erupções vulcânicas e recuo de geleiras. “Também é impressionante como essas turfeiras acumularam carbono por mais de dez mil anos em lugares tão pequenos. As turfeiras nas montanhas não são vastas e planas, são pequenas, mas muito comuns ”, diz ela.
Desafortunadamente, los humedales de alta montaña están degradándose rápidamente debido al drenaje de las turberas de montaña, la conversión de lagos y la canalización de los ríos. La pérdida de humedales río arriba amenaza la salud y seguridad de miles de millones de personas río abajo al reducir la capacidad del paisaje para almacenar agua. Esto impide la reposición de aguas subterráneas y aumenta el riesgo de escasez de agua e inundaciones repentinas.
“El estudio de las turberas de montaña es un paso esencial para la conservación, ya que estos ecosistemas son una pieza esencial del ciclo hidrológico”. María dice: “Es de suma importancia que nos fijemos en ellas ahora: inventariarlas, caracterizarlas e incluirlas en nuestros estudios, porque corremos el riesgo de perder ecosistemas enteros, sin saber que existían o cómo funcionaban”.
El recorrido de María desde su título en Ingeniería Ambiental hasta su pasión por los humedales de montaña no siempre fue fácil. “De alguna manera sentí que me estaba perdiendo algo. Más tarde comprendí que un gran factor de satisfacción en el trabajo era para mí estar al aire libre, en el campo observando los ecosistemas y entendiéndolos”, dice.